El mundo a inicios del siglo XX.

 El mundo a inicios del siglo XX.

El ferrocarril, dínamo de la economía.

Durante la primera mitad del siglo XIX, en Inglaterra, la invención y el desarrollo del ferrocarril fomentó el crecimiento de otras industrias. Cuando la industria textil llegó a saturar los mercados, los británicos buscaron invertir el capital que les sobraba en todo el mundo, y su negocio fueron los ferrocarriles. Para 1850, Estados Unidos ya había construido ferrocarriles que acortaban las grandes distancias de ese país. Así, las zonas agrícolas se acercaron a las zonas industrializadas y se especializó la economía. En 1869, el ferrocarril unió las costas del Pacífico con las del Atlántico. En la segunda mitad del siglo, el ferrocarril se extendió a toda Europa e incluso llegó a Asia. La fabricación de las partes de un ferrocarril supuso un drástico crecimiento de la industria pesada relacionada con el hierro y el acero. La demanda de estos materiales trajo el perfeccionamiento tecnológico para satisfacer al mercado.


El tren era movido por el vapor producido por la quema de carbón, por lo que la demanda de este mineral aumentó. Como el Reino Unido tenía mucho hierro y carbón, el auge del ferrocarril le permitió vender la maquinaria y el combustible. El sistema de generación de energía a partir del vapor fue aplicado en otros sistemas de transporte, como la navegación fluvial y marítima. Reino Unido y Estados Unidos fueron los que más utilizaron esta nueva tecnología. 
El telégrafo y las comunicaciones
 El telégrafo se empleó desde mediados del siglo XIX. Con él disminuyeron las distancias, el tiempo de la comunicación y la información empezó a globalizarse. A mediados de siglo, un cable submarino comunicó telegráficamente América con Europa. La instalación facilitó el comercio y la comunicación entre los dos continentes.


El sistema económico capitalista.

 La agilidad inédita de la comunicación en el mundo y la cercanía aparente que proponía fueron explotadas por Europa y por el sistema económico capitalista que practicaba. El transporte y las comunicaciones abrieron nuevos mercados para la producción europea. La artesanía fue reemplazada por productos fabricados y transportados por nuevos métodos. Por otro lado, la población europea que había abandonado el campo para trabajar en la industria —y que sufría de hambre— fue aliviada temporalmente con alimentos que se podían transportar desde todos los lugares del mundo. El libre cambio favorecía al Reino Unido y a los países más desarrollados de Europa, aunque, dentro de estos, muchos sectores productivos se vieron afectados.

Las naciones consideraban que debían producir lo que mejor y más barato hacían, y que aquello que no tenían, debían adquirirlo en el mercado internacional. De esa manera, los países sin tecnología, productores de materias primas y alimentos, se distanciaron de los países industrializados en sus economías. El libre cambio parecía estar asegurado y el crecimiento fue tan evidente que las protestas sociales, comunes en épocas anteriores, disminuyeron en Europa y América. Crecimiento poblacional El crecimiento poblacional del Ecuador en el siglo XX fue muy rápido. A principios de siglo tenía alrededor de un millón de personas y, para 1950, cuando se realizó el primer censo nacional, existían 3 202 757 habitantes. Este aumento era más acelerado en el Litoral y respondía al crecimiento vegetativo, es decir, la diferencia entre el número de personas nacidas y el número de fallecidos en el país, más el que se añade por las migraciones provenientes de la zona interandina. El trabajo había decaído en la Sierra, por lo que la población se trasladó al Litoral en busca de trabajo. También fue una temporada en que se recibieron migraciones europeas, especialmente, causadas por la Segunda Guerra Mundial, y de grupos de origen árabe. Estas migraciones, aunque no fueron muy numerosas, tuvieron un apreciable impacto cualitativo en los campos económico y político respectivamente. Con el avance del siglo, la población en los dos centros urbanos crecía de la siguiente manera.


La infraestructura física.
 Las dos grandes ciudades fueron las primeras en contar con infraestructura. Guayaquil, al manejar la mayor parte del comercio, tenía, a fines del XIX, servicios de transporte, gas y luz eléctrica, redes telefónicas, un cable para comunicarse con el exterior y un telégrafo para comunicarse con Quito. Quito también contaba con servicio eléctrico y, un poco más tarde, con transporte y teléfonos. A pesar de estos adelantos, la salubridad y la prevención de incendios faltaban, especialmente en el centro, donde los incendios eran más comunes.

Terratenientes y campesinos.
 En el Litoral, las actividades relacionadas con el mercado internacional, especialmente el cultivo del cacao, generaron una variedad de relaciones sociales en el país. La propiedad de la tierra se había concentrado. Enormes extensiones de tierra, aproximadamente el 70 %, pertenecían a muy pocas familias del país. Para hacer más grandes sus propiedades, habían recurrido a estrategias de compra no siempre legales. De alguna manera se habían adueñado de las tierras de pequeños agricultores o habían ocupado tierras comunales. Los cultivadores, así como los jornaleros que cosechaban el cacao, no dejaron de depender de su patrón a través del concertaje y de salarios bajos que los ligaban al patrón de forma indefinida. Sin embargo, en el Litoral empezaron las relaciones laborales de tipo capitalista, pues la mano de obra para cultivo, cosecha y transporte de cacao y otros productos exportables, se pagaba con salario. También los trabajadores de la construcción, de pequeños talleres manufactureros y los prestadores de servicios recibían remuneración en dinero. En la zona interandina, por su parte, las relaciones de trabajo seguían siendo más tradicionales: se mantenía la vinculación de los trabajadores a la gran propiedad, muchas veces en situaciones de maltrato. Para escapar de esa dependencia, varios trabajadores migraban al Litoral, temporal o definitivamente. 



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